El camino (fragmento)
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Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este
respecto. Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía
de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar
las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más cabían en un cerebro
normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad, los estudios de Bachillerato
constaban, según decían, de siete años y, después
los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por
lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera
catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel?
Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo -pensaba el Mochuelo- y,
a fin de cuentas, habrá quién, al cabo de catorce años de
estudio no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga
de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. "