Cocuyo (fragmento)
"
Para mí que sintió la mirada de las tías acribillándolo
desde las trincheras de los ojos, el espejeo cegante de las sedas, como fogonazos
plateados, el índice anillado como amatistas relumbronas, que lo mostraba: "Míralo,
míralo, cagando en el tinajón!" Fue un diminuto San Sebastián
excretante, flechado en plena fechoría, un culicagado hazmerreír,
fato indefenso. Fue su primer miedo. Miedo a la mirada: un chiquetazo de alfileres
mojados en curare que iban fijándolo, crucificándolo, fosilizándolo
en vivo, en lo alto de su doble trono. Pegó los brazos contra el cuerpo,
como si fueran a retratarlo. Sintió que no podía moverse. Quería
hundirse para siempre en el tinajón, ahogarse entre ranas y gusarapos,
llegar hasta el sedimento verde tornasolado del agua y, atravesando el fondo
de barro, fundirse en la capa de tierra minera, ferruginosa y fría,
y allí quedar acurrucado, feto arenoso, o herrumbrosa momia: a la vez
prenatal y póstumo. "